Cartilla pedagógica n°. 1



Marco Alvarado (Guayaquil 1962)
Cartilla pedagógica nº 1 (el poder te enseña, el poder te estudia, el poder te aprende)
De la serie comentarios para Galtung. 2021
Mixta sobre papel
Dimensiones variables
Finis operandi (propósitos de autor):
Cartilla pedagógica n°. 1 se inscribe en una línea de investigación visual que he desarrollado sobre dispositivos de formación subjetiva que operan en contextos marcados por violencia estructural y precariedad institucional. Este ensamblaje explora la tesis de que los procesos pedagógicos —formales e informales— funcionan simultáneamente como mecanismos de instrucción, observación y retroalimentación del poder. No se trata únicamente de “lo que el poder enseña”, sino de cómo el poder aprende de las poblaciones que administra, ajustando sus lógicas de control en un ciclo continuo de captura y producción de subjetividades.
Conformada por 22 láminas en blanco y negro, la serie adopta el formato de una cartilla didáctica para tensionar la normalización ideologizada de conductas y aspiraciones. La mancha roja en la lámina inicial —referencia a códigos cromáticos de la santería caribeña de origen yoruba— introduce una dimensión ritual que subraya la coexistencia de matrices pedagógicas heterogéneas: la estatal, la comunitaria, la religiosa, la criminal. El uso deliberado de este signo ritual rompe con la moralidad lineal de las narrativas institucionales e interpela la dimensión antropológica de los aprendizajes que se naturalizan en contextos de desigualdad.
El disparador de esta pieza fue una escena vivida en Guayaquil, y que relato como el monólogo interior de un joven de unos diecinueve años que trabajaba precariamente en una gasolinera. Percibí, como anticipatoriamente, pensamientos oscilando entre sus necesidades económicas y la posibilidad de incorporarse a circuitos delictivos. Evidenciando que la violencia no actúa solamente como irrupción externa, sino como pedagogía social internalizada. Tal como formuló Johan Galtung, la violencia estructural se manifiesta en condiciones de existencia que restringen opciones vitales antes de que la violencia directa se materialice. En ese sentido, la obra se articula con la idea de violencia cultural, desde los marcos simbólicos que legitiman o normalizan prácticas destructivas dentro de un orden social.
Las láminas funcionan como volantes semióticas que ponen en evidencia la naturaleza performativa de estos aprendizajes. El modo en que la ciudad, los medios, la institucionalidad y la economía clandestina operan como agentes educativos más eficaces que los dispositivos escolares. La frase que organiza la obra, “el poder te enseña, el poder te estudia, el poder te aprende”, condensa esta circularidad. Es decir, el poder no solo forma individuos, sino que incorpora los comportamientos y respuestas que ellos generan para perfeccionar sus propios sistemas de control, una lógica cercana a lo que la teoría contemporánea denomina “retroalimentación algorítmica del poder” y que, en contextos previos, ya existía como práctica institucional de vigilancia.
Podría decirse que Cartilla pedagógica n°. 1 opera como un campo de observación, situando al espectador frente a la maquinaria silenciosa que organiza su experiencia: la pedagogía implícita en la precariedad, la moralidad fluctuante, las narrativas de éxito criminal, la ausencia de alternativas económicas y el abandono institucional. Estas fuerzas, lejos de ser anecdóticas, constituyen un régimen educativo paralelo que produce subjetividades vulnerables y, al mismo tiempo, funcionales a estructuras mayores de dominación.

Censurado. 1986
Serigrafía y estarcido sobre camisetas.

Censurado. 1986
Hojas volantes repartidas en la calle.
Estarcido sobre fotocopias.
El documento, el formulario, los trámites, todo lo que obstaculiza tanto que parece perversamente diseñado al igual que símbolos instrumentalizados para ocultar las verdades, desde las históricas hasta las de agendas obedientes y cómplices. Palabras vaciadas o administradas para sonar llenando espacios como se llenas escenarios y estadios, de nada que no sirva a otra cosa que a los programas de poderes ajenos a nuestros legítimos intereses.
Estas acciones de vestirme con la censura o repartir mensajes previamente censurados, respondieron a la percepción de la presión y violencia coercitiva del aparato Estatal que ejerce en la forma de una ineptitud infinita y perversa que actúa dispositivo de violencia para el desgaste, para el agotamiento que será capitalizado en masas agotadas dispuestas a votar si a cualquier cosa con tal de ya no sufrir más burocracia. Respondí en aquellos años 80 a estas estrategias de desgaste, con testimonios volantes de quienes reconocemos las estrategias del poder. Por eso empleé un símbolo directo y contundentes como es la bandera nacional, y la palabra paz, como estandarte de la retórica hueca de los mayordomos del poder.